Hallazgo entre la (pre) basura: el cartoon

Hay historias tristes por penas… e historias que dan pena por dejarlas ir. Hoy quisiera contar una historia muy triste en muchos aspectos, aunque no es de pena, para tranquilidad de todos.

Como bien es sabido por los más cercanos, yo era de tener mascotitas en la mesa de trabajo con las que juguetear en los descansos, mientras hablo por teléfono o cuando me atasco con el diseño. Tenía como norma que no fuesen muchas, sólo las justas, y por supuesto, nada de muñecos de marca. La idea era evitar el coleccionismo despelleja bolsillos.

Gracias a esas reglas auto y pre-impuestas, al final sólo fueron tres las que me han acompañado durante años (y lustros).

La primera en caer fue una jirafa de tela cosida de color amarillo pollo y lunares naranjas. Mi compi la ganó en la feria y la trajo al curro. Lo que no recuerdo es cómo terminó siendo mía.

Las otras dos mini mascotas fueron un tiburón azul de pelito con una cuerda de hilo en verde, listo para ser colgado en cualquier espacio. La última en incorporarse a la familia fue un pollo zombie verde, de goma, con cresta naranja. Esta última, con el tiempo, terminó siendo mi avatar en unas cuantas redes sociales.

Para la triste historia de hoy… la jirafa es uno de los co-protagonistas.

La existencia del otro, es algo enrevesada ya que se trata de un dibujo que pintó mi madre a pincel sobre una tela de seda, convirtiéndola finalmente en un cojín. Se trataba de un perro multicolor con el pelo en forma de penachos, mejillas rosadas y cola azul. Una verdadera maravilla digna de ser perdida de vista. Por suerte para otros, mi madre era muy desprendida y quiso que fuese un regalo. Espero que lo supiesen apreciar.

Al menos supe reaccionar a tiempo y fotografié la tela. Me gustaba tanto que terminé usándolo en la cabecera de un blog que teníamos entre amigos y que estéticamente iba a tener una pintaza tremenda. La vida nos separó antes de que terminase el diseño, pero supe retener una copia de aquello.

Pero… ¿y la historia triste?

Hoy, aligerando papeles de casa, me he encontrado con un borrador de una historia de animación que tenía como protagonistas a la jirafa y al perrete multicolor. Por lo poco que se ve en los bocetos, el nombre puesto a la pareja artística fue: “G.Rafi & Doggy”. ¿Es o no es triste el nombre? Lo es, lo sé.

También es triste, que siendo bosquejos rápidos a lápiz, no haya ni terminado de garabatear la historia. Y si eso no fuese bastante, más triste es aún que no sepa qué quería contar mi mente de aquel entonces. Si me apuras, es triste también hasta que no se me ocurra cómo seguirla. El colmo es ver en la última viñeta, que preparaba también una versión larga de la historia.

Como ya dije al principio, estas palabras no son más que una historia muy triste en muchos aspectos, sí, pero… si tengo que elegir uno al premio a la ‘infinita tristessa’, es haberle dedicado tiempo y dedicación a dibujar la historia de amistad entre animales multicromáticos… y no tener constancia de su existencia hasta hoy mismo, cuando ya cogía camino al destierro sin retorno.

las3mascotitas


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